A BENILLOBA Y PENÁGUILA, DE LA MANO DE ‘MOUNTAIN OF WINTER’


Perfectamente uniformados con pantalones ‘Mountain of Winter’ y subidos a nuestro ‘Rav 4’, la familia Lloret se dirigió a Benilloba, localidad alicantina perteneciente a la comarca del Condado de Cocentaina. Nuestro viaje a Benilloba no sólo era una excursión de Pascua, si no la vuelta a las raíces de los Lloret. Mi ‘iaio’ Paco nació en esta pintoresca y tranquila zona de Alicante vigilada desde las alturas por la sierra Aitana, antes de instalarse en Valencia. Calles tranquilas, aire puro, naturaleza y gastronomía autóctona para disfrutar de una jornada distinta. Tal vez, lo que más nos llamó la atención fue la cantidad de negocios cerrados y casas en venta, aunque la belleza de muchas fachadas invitaba a preguntar el precio de esas majestuosas fincas situadas el mismo centro del pueblo. Mi padre nos relató algunos de sus recuerdos de niñez cuando en el mes de agosto disfrutaba junto a sus padres y su hermano de los ‘Moros y Cristianos’. El bullicio de la gente, los bares abarrotados y las imágenes auténticas de las fiestas en honor de ‘San Xotxim’, como se conoce popularmente en el pueblo a San Joaquín.

La vida en Benilloba había ido cambiando conforme sus habitantes buscaban en otras zonas trabajo. Así, el bullicio de antaño había dejado paso al silencio y a la tranquilidad actual. La industria textil ya no era la de antaño, nos explicaban algunos benilloberos con nostalgia.

Precisamente, un vecino muy conocido de Benilloba hizo de nuestro anfitrión. Se trataba de Esteban, primo segundo de mi padre y el fotógrafo del pueblo. Tras visitar algunas de las calles, Esteban y su esposa, Anita, nos acompañaron hasta el paraje del Salto, en el que se puede contemplar restos de un acueducto musulmán y de dos antiguos molinos de harina. Y tras la excursión junto al río, la hora de comer. Dejamos Benilloba y nos dirigimos a Penáguila, el pueblo vecino. Allí nos encontramos con Antonio y Lolín, también familia, que nos invitaron a un arroz con costra espectacular. Con un paseo hasta ‘El Jardín de los Santos’ bajamos la comida y pusimos punto y final a la visita, sabiendo que quedan muchos rincones todavía por conocer pero con la certeza que siempre seremos bien recibidos.

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